miércoles, 24 de agosto de 2011

Porno...

Porque allí soy solo yo. Me traslado y me veo rodeado de todos esos cuerpos que por breves instantes me ofrecen sexo sin mucha complicación. No les interesa mi nombre. Ni mi cara. Solo les importa darme el más sucio y cruel placer. Porque mientras ellos pasan horas filmando. Bajo luces. Con drogas o sin ellas, yo solo espero paciente a que bajen. A que esperen en los estantes. En los pasillos. En las ventas clandestinas. En los sitios donde el prohibir esta prohibido. 

Antes me moría de vergüenza porque pensaba que era el único. Sin embargo, no es cierto. No estoy solo. Muchas miradas me esquivan. Otros sienten remordimiento. Los más osados me buscan porque desean que lo que ven allí en ese CD, lo puedan hacer conmigo. Algunos están casados y desechan en la oscuridad, lo que su relación no les permite concluir. 

Y los veo. A todos. Y entiendo a los llamados osos. A los gemelos. A los bien dotados. Porque ellos, por unos miles, o por unos pocos dólares, te llevan a la pasión que no consigues ¿Qué está mal? No me interesa ¿Qué es pecaminoso? Tampoco. Admito que me gusta. Admito que me transporto y me dejo llevar por ellos. Qué la industria del porno es un engaño. Lo sé. Qué me puedo morir de amor. Ya lo estoy.

Así que si lees esto. No te avergüences. Asume lo que te gusta. Y sigues allí en tu oscuridad. En tu lapton. En tu videograbadora. En tu vida. En los baños. En la clandestinidad. Total quien se atreve a lanzar la primera piedra. ¿Lo harías tú?

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