miércoles, 14 de noviembre de 2012

Man Ray: el ojo detrás de la foto.

 A mi amigo Pável Bástidas:

Dicen que las cosas buenas llegan tarde en la vida, dicen, porque particularmente creo que las cosas buenas siempre están presentes, tal es el caso del legado que nos dejó Man Ray, artista estadounidense impulsor de los movimientos dadá y surrealista en Estados Unidos.

Para muchos, su obra fotográfica  se podría definir como fascinante y desconcertante a la vez; por cuanto el sexo, el dolor, la ironía, y tal vez un poco de burla se mezclaba con toda la inventiva, el juego y el goce que le producía cada imagen que capturaba.



Y es que en el Paris de los años veinte o en los suburbios de una Nueva York que se iniciaba en el modernismo,  no es difícil imaginarse  a un Man Ray divirtiéndose cuando fotografiaba todo aquello que lo inspiraba, bien sean en su afán de usar  rayogramas (fotografía sin cámara) o en esos desnudos fetichistas que quedaban totalmente solarizados.

Ray fue más allá y realizó esculturas surrealistas siguiendo el modelo del arte encontrado creado por Marcel Duchamp, como Object to be Destroyed (Objeto para ser destruido). Nueve años después Man Ray es abandonado por su pareja, Lee Miller, a consecuencia de lo cual Man Ray sustituyó el ojo de alguien desconocido por el de su ex amante, y cambió el título del ready-made por el de Objeto de destrucción.

Esos mismos objetos, transcienden de lo cotidiano y capturan una vida propia y comienzan a formar parte de un mundo que no existe, un mundo al más puro estilo surrealista, en el que las cosas no son lo que son. Para Man Ray no se trata de fotografiar la realidad sino de recrearla. De allí que su fotografía se convierte en un instrumento, un medio en el cual esas bellezas reflejadas en papel pasan de lo normal a lo maravilloso. De lo común a lo majestuoso.

Man R ay fue un fotógrafo enigmático desde su nacimiento, no se supo muy bien su apellido, hasta su muerte, ya que por su expreso deseo no se puede publicar su epitafio. Si desean conocerlo hay  que viajar a París y en el cementerio de Montparnasse, aclarar el misterio.